San Benito y la Cuaresma
Aunque de suyo, la vida del monje debería ser en todo tiempo una
observancia cuaresmal, no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud,
recomendamos que durante los días de Cuaresma, todos juntos lleven una vida
integra con toda pureza, y que en estos días santos borren las negligencias del
resto del año, lo cual haremos convenientemente si nos apartamos de todo vicio
y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del
corazón y a la abstinencia.
Por eso añadamos en estos días
algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o
abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu
Santo, ofrezca voluntariamente a dios algo sobre la medida establecida, esto
es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de
conversación y de bromas, y espera la Pascua con la alegría del deseo
espiritual (San Benito, Regla, Capítulo 49)
Uno de mis animales favoritos
es el águila. Siempre lo ha sido. Ver sus alas extendidas en su majestuoso
vuelo o la pose orgullosa y elegante de su cabeza ha constituido desde mi más
tierna infancia objeto de admiración. Por ese motivo, no dudé en abrir una de
las miles de presentaciones de Power Point que me llegaron esta semana con el título de "El reto del águila".
Decía exactamente lo siguiente:
El águila es una de las aves
de mayor longevidad. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su
cuartadécada tiene que tomar una seria y difícil decisión. A los 40 años, ya sus uñas se
volvieron tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las
cuales se alimenta. El pico alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le
sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en
función del gran tamaño de sus plumas y, para entonces, ¡volar se vuelve tan
difícil!
Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir... o enfrentar un
doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente 150 días. Ese
proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón donde ella no necesita
volar y se siente más protegida.
Entonces, una vez encontrado
el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico ¡hasta arrancarlo!
Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas
uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, ella desprende una
a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y
dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar
su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros 30 años
más.
No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el
período de Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser
costoso. De hecho, lo era para San Benito.
Nuestra debilidad es tan grande que no podemos vivir la Cuaresma durante
todo el año. No tenemos las fuerzas para vivirlo. Pero también es verdad que la
Cuaresma es necesaria para nuestra alma, sin este periodo de renuncias, nuestra
alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.
Es por ello que la Iglesia para este tiempo litúrgico nos propone no el
hacernos una vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños
sacrificios que uno realiza --“… que prive a su cuerpo de algo de alimento, de
bebida, de sueño, de conversación y de bromas”, para decirlo con las palabras
de San Benito-- se nos ayuda a
fortalecer nuestro espíritu, a darle más fuerza y soportar, luego, los grandes
vuelos, las grandes tareas que tengamos por delante en nuestra vida.
¿Que es lo que tengo yo en mi vida y que necesito quitarme de encima?
¿Cuál es mi lista de vicios o de pequeñas cosas que puede ofrecer a Dios? Sería
muy positivo, trazarse unos objetivos sencillos y claros, para estos 40 dias de
Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así, podremos renovar
nuestra alma y, presentarla ante Dios como ofrenda blanca y pura.
www.laoracion.com
Juan Casiano ( 8365-435) considera que la Cuaresma es algo que atañe solo a los laicos, pues estima que
es propio de los monjes vivir en perpetua tensión espiritual. Sin embargo San
Benito, cien años después, consciente de que los monjes también son débiles y
pecadores, instituye la Cuaresma como un tiempo de especial esfuerzo espiritual
durante el cual, los monjes deben tratar
de vivir más intensamente su consagración cristiana y monástica.
San Benito nos especifica taxativamente como debemos vivir la Cuaresma:
sugiere más oración, menos esparcimiento, y más concentración en el gran
misterio de la Pascua que está a punto de llegar.
En la imagen tomada en el que fuera célebre Monasterio de San Pedro de
los Montes, vemos a San Benito orando ante el Señor crucificado. Que, por su
intercesión, este camino cuaresmal nos
conduzca por la cruz hasta la Luz de la Pascua.
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