domingo, 16 de marzo de 2014

San Benito y la Cuaresma


                                                                                
Aunque de suyo, la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal, no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de Cuaresma, todos juntos lleven una vida integra con toda pureza, y que en estos días santos borren las negligencias del resto del año, lo cual haremos convenientemente si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.

Por eso añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espera la Pascua con la alegría del deseo espiritual (San Benito, Regla, Capítulo 49)

Uno de mis animales favoritos es el águila. Siempre lo ha sido. Ver sus alas extendidas en su majestuoso vuelo o la pose orgullosa y elegante de su cabeza ha constituido desde mi más tierna infancia objeto de admiración. Por ese motivo, no dudé en abrir una de las miles de presentaciones de Power Point que me llegaron esta semana con el título de "El reto del águila". Decía exactamente lo siguiente: 

El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su cuartadécada tiene que tomar una seria y difícil decisión. A los 40 años, ya sus uñas se volvieron tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas y, para entonces, ¡volar se vuelve tan difícil! 



Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir... o enfrentar un doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente 150 días. Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón donde ella no necesita volar y se siente más protegida. 

Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico ¡hasta arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, ella desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros 30 años más. 

No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el período de Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser costoso. De hecho, lo era para San Benito. 
Nuestra debilidad es tan grande que no podemos vivir la Cuaresma durante todo el año. No tenemos las fuerzas para vivirlo. Pero también es verdad que la Cuaresma es necesaria para nuestra alma, sin este periodo de renuncias, nuestra alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.

Es por ello que la Iglesia para este tiempo litúrgico nos propone no el hacernos una vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños sacrificios que uno realiza --“… que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas”, para decirlo con las palabras de San Benito--  se nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu, a darle más fuerza y soportar, luego, los grandes vuelos, las grandes tareas que tengamos por delante en nuestra vida.

¿Que es lo que tengo yo en mi vida y que necesito quitarme de encima? ¿Cuál es mi lista de vicios o de pequeñas cosas que puede ofrecer a Dios? Sería muy positivo, trazarse unos objetivos sencillos y claros, para estos 40 dias de Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así, podremos renovar nuestra alma y, presentarla ante Dios como ofrenda blanca y pura.

www.laoracion.com


Juan Casiano ( 8365-435) considera que la Cuaresma es algo  que atañe solo a los laicos, pues estima que es propio de los monjes vivir en perpetua tensión espiritual. Sin embargo San Benito, cien años después, consciente de que los monjes también son débiles y pecadores, instituye la Cuaresma como un tiempo de especial esfuerzo espiritual durante el cual,  los monjes deben tratar de vivir más intensamente su consagración cristiana y monástica.
San Benito nos especifica taxativamente como debemos vivir la Cuaresma: sugiere más oración, menos esparcimiento, y más concentración en el gran misterio de la Pascua que está a punto de llegar.
En la imagen tomada en el que fuera célebre Monasterio de San Pedro de los Montes, vemos a San Benito orando ante el Señor crucificado. Que, por su intercesión, este camino cuaresmal  nos conduzca por la cruz hasta la Luz de la Pascua.






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